La arrogante actitud de Francia, España, Portugal
e Italia sobre Bolivia ha sido un acto vergonzoso. La decisión de no permitir
que el avión presidencial del presidente Evo Morales sobrevolara espacio aéreo
europeo debe ser catalogada como un atentado terrorista. El pueblo europeo debe
conocer la historia de nuestro joven continente, deben entender de una vez y
para siempre que somos seres humanos iguales a ustedes. No mejor; pero, tampoco
peor. Blancos, negros, indios, asiáticos y mulatos tenemos sangre de color
escarlata, no conozco reyes ni príncipes que las tengan azul o verde. Los cuatro
presidentes representantes del todopoderoso Imperio estadounidense se
comportaron como cuatro insolentes patanes sin personalidad propia, carente de
toda clase de autoridad y ética política. Con su humillante actitud, les
demostraron al mundo su servilismo y obediencia ciega a BARACK OBAMA, representante
de las Corporaciones capitalistas y colonialistas del Imperio.
A continuación, les transcribo la segunda parte
de la “BREVISIMA RELACIÓN DE LA DESTRUCCIÓN DE LAS INDIAS” a propósito del
discurso de uno de los descendientes directo de los pueblos indígenas masacrados
por España, Holanda, Francia, Portugal, Inglaterra e Italia: JUAN EVO MORALES
AYMA, presidente auténticamente indígena, y originario del Estado Plurinacional
de Bolivia. En él, está el alma de cada uno de los millones de muertos y
muertas que los pueblos de Europa sembraron en nuestro joven continente.
OBISPO DON FRAY BARTOLOMÉ DE LAS
CASAS
De la orden de Santo Domingo, año de 1552
Crónicas de
Indias
DE LOS GRANDES REINOS Y GRANDES PROVINCIAS DEL PERÚ
“En
el año de mil e quinientos e treinta y uno fué otro tirano grande con cierta
gente a los reinos del Perú, donde entrando con el título e intención e con los
principios que los otros todos pasados (porque era uno de los que se habían más
ejercitado e más tiempo en todas las crueldades y estragos que en la tierra
firme desde el año de mil e quinientos y diez se habían hecho), cresció en
crueldades y matanzas y robos, sin fee ni verdad, destruyendo pueblos,
apocando, matando las gentes dellos e siendo causa de tan grandes males que han
sucedido en aquellas tierras, que bien somos ciertos que nadie bastará a
referirlos y encarecerlos, hasta que los veamos y conozcamos claros el día del
Juicio; y de algunos que quería referir la deformidad y calidades y circunstancias
que los afean y agravian, verdaderamente yo no podré ni sabré encarecer.
En
su infelice entrada mató y destruyó algunos pueblos e les robó mucha cantidad
de oro. En una isla que está cerca de las mesmas provincias, que se llama
Pugna, muy poblada e graciosa, e rescibiéndole el señor y gente della como a
ángeles del cielo, y después de seis meses habiéndoles comido todos sus
bastimentos, y de nuevo descubriéndoles los trojes del trigo que tenían para sí
e sus mujeres e hijos los tiempos de seca y estériles, y ofreciéndoselas con
muchas lágrimas que las gastasen e comiesen a su voluntad, el pago que les
dieron a la fin fué que los metieron a espada y alancearon mucha cantidad de
gentes dellas, y los que pudieron tomar a vida hicieron esclavos con grandes y
señaladas crueldades otras que en ellas hicieron, dejando casi despoblada la
dicha isla.
De
allí vanse a la provincia de Tumbala, ques en la tierra firme, e matan y
destruyen cuantos pudieron. Y porque de sus espantosas y horribles obras huían
todas las gentes, decían que se alzaban e que eran rebeldes al rey. Tenía este
tirano esta industria: que a los que pedía y otros que venían a dalles
presentes de oro y plata y de lo que tenían, decíales que trujesen más, hasta
que él vía que o no tenían más o no traían más, y entonces decía que los
rescebía por vasallos de los reyes de España y abrazábalos y hacía tocar dos
trompetas que tenía, dándoles a entender que desde en adelante no les habían de
tomar más ni hacerles mal alguno, teniendo por lícito todo lo que les robaba y
le daban por miedo de las abominables nuevas que de él oían antes que él los
recibiese so el amparo y protectión del rey; como si después de rescebidos
debajo de la protección real no los oprimiesen, robasen, asolasen y destruyesen
y él no los hubiera así destruído.
Pocos
días después, viniendo el rey universal y emperador de aquellos reinos, que se
llamó Atabaliba, con mucha gente desnuda y con sus armas de burla, no sabiendo
cómo cortaban las espadas y herían las lanzas y cómo corrían los caballos, e
quién eran los españoles (que si los demonios tuvieren oro, los acometerán para
se lo robar), llegó al lugar donde ellos estaban, diciendo: "¿Dónde están
esos españoles? Salgan acá, que no me mudaré de aquí hasta que me satisfagan de
mis vasallos que me han muerto, y pueblos que me han despoblado, e riquezas que
me han robado". Salieron a él, matáronle infinitas gentes, prendiéronle su
persona, que venía en unas andas, y después de preso tractan con él que se
rescatase: promete de dar cuatro millones de castellanos y da quince, y ellos
prométenle de soltarle; pero al fin, no guardándole la fee ni verdad (como
nunca en las Indias con los indios por los españoles se ha guardado),
levántanle que por su mandado se juntaba gente, y él responde que en toda la
tierra no se movía una hoja de un árbol sin su voluntad: que si gente se
juntase creyesen que él la mandaba juntar, y que presto estaba, que lo matasen.
No obstante todo esto, lo condenaron a quemar vivo, aunque después rogaron
algunos al capitán que lo ahogasen, y ahogado lo quemaron. Sabido por él, dijo:
"Por qué me quemáis, qué os he hecho? ¿No me prometistes de soltar dándoos
el oro? ¿No os di más de lo que os prometí? Pues que así lo queréis, envíame a
vuestro rey de España", e otras muchas cosas que dijo para gran confusión
y detestación de la gran injusticia de los españoles; y en fin lo quemaron.
Considérese
aquí la justicia e título desta guerra; la prisión deste señor e la sentencia y
ejecución de su muerte, y la cosciencia con que tienen aquellos tiranos tan
grandes tesoros como en aquellos reinos a aquel rey tan grande e a otros
infinitos señores e particulares robaron.
De
infinitas hazañas señaladas en maldad y crueldad, en estirpación de aquellas
gentes, cometidas por los que se llaman cristianos, quiero aquí referir algunas
pocas que un fraile de Sant Francisco a los principios vido, y las firmó de su
nombre enviando traslados por aquellas partes y otros a estos reinos de
Castilla, e yo tengo en mi poder un traslado con su propia firma, en el cual
dice así:
"Yo,
fray Marcos de Niza, de la orden de Sant Francisco, comisario sobre los frailes
de la mesma orden en las provincias del Perú, que fué de los primeros
religiosos que con los primeros cristianos entraron en las dichas provincias,
digo dando testimonio verdadero de algunas cosas que yo con mis ojos vi en
aquella tierra, mayormente cerca del tractamiento y conquistas hechas a los
naturales. Primeramente, yo soy testigo de vista y por experiencia cierta
conoscí y alcancé que aquellos indios del Perú es la gente más benévola que
entre indios se ha visto, y allegada e amiga a los cristianos. Y vi que
aquéllos daban a los españoles en abundancia oro y plata e piedras preciosas y
todo cuanto les pedían que ellos tenían, e todo buen servicio, e nunca los
indios salieron de guerra sino de paz, mientras no les dieron ocasión con los
malos tractamientos e crueldades, antes los rescebían con toda benevolencia y
honor en los pueblos a los españoles, dándoles comidas e cuantos esclavos y
esclavas pedían para servicio.
"Ítem,
soy testigo e doy testimonio que sin dar causa ni ocasión aquellos indios a los
españoles, luego que entraron en sus tierras, después de haber dado el mayor
cacique Atabaliba más de dos millones de oro a los españoles, y habiéndoles
dado toda la tierra en su poder sin resistencia, luego quemaron al dicho
Atabaliba, que era señor de toda la tierra, y en pos dél quemaron vivo a su
capitán general Cochilimaca, el cual había venido de paz al gobernador con
otros principales. Asimesmo, después déstos dende a pocos días quemaron a
Chamba, otro señor muy principal de la provincia de Quito, sin culpa ni haber
hecho por qué.
"Asimesmo
quemaron a Chapera, señor de los canarios, injustamente. Asimesmo a Luis, gran
señor de los que había en Quito, quemaron los pies e le dieron otros muchos
tormentos porque dijese dónde estaba el oro de Atabaliba, del cual tesoro (como
pareció) no sabía él nada. Asimesmo quemaron en Quito a Cozopanga, gobernador
que era de todas las provincias de Quito. El cual, por ciertos requerimientos
que le hizo Sebastián de Benalcázar, capitán del gobernador, vino de paz, y
porque no dió tanto oro como le pedían, lo quemaron con otros muchos caciques e
principales. Y a lo que yo pude entender su intento de los españoles era que no
quedase señor en toda la tierra.
"Ítem,
que los españoles recogieron mucho número de indios y los encerraron en tres
casas grandes, cuantos en ellas cupieron, e pegáronles fuego y quemáronlos a
todos sin hacer la menor cosa contra español ni dar la menor causa. Y acaesció
allí que un clérigo que se llama Ocaña sacó un muchacho del fuego en que se
quemaba, y vino allí otro español y tomóselo de las manos y lo echó en medio de
las llamas, donde se hizo ceniza con los demás. El cual dicho español que así
había echado en el fuego al indio, aquel mesmo día, volviendo al real, cayó
súbitamente muerto en el camino e yo fuí de parecer que no lo enterrasen.
"Ítem,
yo afirmo que yo mesmo vi ante mis ojos a los españoles cortar manos, narices y
orejas a indios e indias sin propósito, sino porque se les antojaba hacerlo, y
en tantos lugares y partes que sería largo de contar. E yo vi que los españoles
les echaban perros a los indios para que los hiciesen pedazos, e los vi así
aperrear a muy muchos. Asimesmo vi yo quemar tantas casas e pueblos, que no
sabría decir el número según eran muchos. Asimesmo es verdad que tomaban niños
de teta por los brazos y los echaban arrojadizos cuanto podían, e otros
desafueros y crueldades sin propósito, que me ponían espanto, con otras
innumerables que vi que serían largas de contar.
"Ítem,
vi que llamaban a los caciques e principales indios que viniesen de paz
seguramente e prometiéndoles seguro, y en llegando luego los quemaban. Y en mi
presencia quemaron dos: el uno en Andón y el otro en Tumbala, e no fuí parte
para se lo estorbar que no los quemasen, con cuanto les prediqué. E según Dios
e mi conciencia, en cuanto yo puedo alcanzar, no por otra causa sino por estos
malos tractamientos, como claro parece a todos, se alzaron y levantaron los
indios del Perú, y con mucha causa que se les ha dado. Porque ninguna verdad
les han tractado, ni palabra guardado, sino que contra toda razón e injusticia,
tiranamente los han destruído con toda la tierra, haciéndoles tales obras que
han determinado antes de morir que semejantes obras sufrir.
"Ítem,
digo que por la relación de los indios hay mucho más oro escondido que
manifestado, el cual, por las injusticias e crueldades que los españoles
hicieron no lo han querido descubrir, ni lo descubrirán mientras rescibieren
tales tractamientos, antes querrán morir como los pasados. En lo cual Dios
Nuestro Señor ha sido mucho ofendido e su Majestad muy deservido y defraudado
en perder tal tierra que podía dar buenamente de comer a toda Castilla, la cual
será harto dificultosa y costosa, a mi ver, de la recuperar".
Todas
estas son sus palabras del dicho religioso, formales, y vienen también firmadas
del obispo de Méjico, dando testimonio de que todo esto afirmaba el dicho padre
fray Marcos.
Hase
de considerar aquí lo que este Padre dice que vido, porque fué cincuenta o cien
leguas de tierra, y ha nueve o diez años, porque era a los principios, e había
muy pocos que al sonido del oro fueran cuatro y cinco mil españoles y se
extendieron por muchos y grandes reinos y provincias más de quinientas y
setecientas leguas, que las tienen todas asoladas, perpetrando las dichas obras
y otras más fieras y crueles. Verdaderamente, desde entonces acá hasta hoy más
de mil veces más se ha destruído y asolado de ánimas que las que han contado, y
con menos temor de Dios y del rey e piedad, han destruído grandísima parte del
linaje humano. Más faltan y han muerto de aquellos reinos hasta hoy (e que hoy
también los matan) en obra de diez años, de cuatro cuentos de ánimas.
Pocos
días ha que acañaverearon y mataron una gran reina, mujer del Inga, el que
quedó por rey de aquellos reinos, al cual los cristianos, por sus tiranías,
poniendo las manos en él, lo hicieron alzar y está alzado. Y tomaron a la reina
su mujer y contra toda justicia y razón la mataron (y aun dicen que estaba
preñada) solamente por dar dolor a su marido.
Si
se hubiesen de contar las particulares crueldades y matanzas que los cristianos
en aquellos reinos del Perú han cometido e cada día hoy cometen, sin dubda
ninguna serían espantables y tantas que todo lo que hemos dicho de las otras
partes se escureciese y paresciese poco, según la cantidad y gravedad dellas.”
¡SEA USTED EL JURADO!
Queda de ustedes con todo el respeto que se merecen, y en armonía con la
Madre Tierra y el Cosmos
TADEO NUÑEZ
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