Pueblo de España, Italia, Portugal y Francia:
Reciban un especial saludo de un ciudadano latinoamericano
y caribeño, nacido en una hermosa isla colocada en el mismo trayecto del sol.
Hermanos y hermanas, durante más de 500 años, los
pueblos de nuestro continente han soportado todas clases de abusos de sus
gobernantes y reyes. El último, ha sido contra Juan Evo Morales Ayma,
presidente del Estado Plurinacional de Bolivia. Los latinoamericanos y los
caribeños somos mujeres y hombres de paz y amor. Por supuesto, algunos hemos aprendiendo
a ser malvados y malvadas siguiendo el ejemplo de sus gobernantes, reyes y
aventureros. Quizás…talvez, si conocieran partes de nuestras historias nos
tratarían con más respeto y dignidad. Deseando eso, les transcribo la tercera parte
de la “Crónica de Indias” de Fray Bartolomé de las Casas.
DE LA ISLA DE CUBA
“El año de mil e quinientos y once pasaron a 1a isla
de Cuba, que es como dije tan luenga como de Valladolid a Roma (donde había
grandes provincias de gentes), comenzaron y acabaron de las maneras susodichas
e mucho más y más cruelmente. Aquí acaescieron cosas muy señaladas. Un cacique
e señor muy principal, que por nombre tenia Hatuey, que se había pasado de la
isla Española a Cuba con mucha gente por huir de las calamidades e inhumanas
obras de los cristianos, y estando en aquella isla de Cuba, e dándole nuevas
ciertos indios, que pasaban a ella los cristianos, ayuntó mucha de toda su
gente e díjoles: "Ya sabéis cómo se dice que los cristianos pasan acá, e
tenéis experiencia cuáles han parado a los señores fulano y fulano y fulano; y
aquellas gentes de Haití (que es la Española) lo mesmo vienen a hacer acá.
¿Sabéis quizá por qué lo hacen?" Dijeron: "No; sino porque son de su
natura crueles e malos." Dice él: "No lo hacen por sólo eso, sino
porque tienen un dios a quien ellos adoran e quieren mucho y por haberlo de
nosotros para lo adorar, nos trabajan de sojuzgar e nos matan." Tenía cabe
sí una cestilla llena de oro en joyas y dijo: "Veis aquí el dios de los
cristianos; hagámosle si os parece areítos (que son bailes y danzas) e quizá le
agradaremos y les mandará que no nos hagan mal." Dijeron todos a voces:
"¡Bien es, bien es!" Bailáronle delante hasta que todos se cansaron.
Y después dice el señor Hatuey: "Mira, como quiera que sea, si lo
guardamos, para sacárnoslo, al fin nos han de matar; echémoslo en este río."
Todos votaron que así se hiciese, e así lo echaron en un río grande que allí
estaba.
Este cacique y señor anduvo siempre huyendo de los
cristianos desque llegaron a aquella isla de Cuba, como quien los conoscía, e
defendíase cuando los topaba, y al fin lo prendieron. Y sólo porque huía de
gente tan inicua e cruel y se defendía de quien lo quería matar e oprimir hasta
la muerte a sí e toda su gente y generación, lo hubieron vivo de quemar. Atado
a un palo decíale un religioso de San Francisco, sancto varón que allí estaba,
algunas cosas de Dios y de nuestra fee, (el cual nunca las había jamás oído),
lo que podía bastar aquel poquillo tiempo que los verdugos le daban, y que si
quería creer aquello que le decía iría al cielo, donde había gloria y eterno descanso,
e si no, que había de ir al infierno a padecer perpetuos tormentos y penas. Él,
pensando un poco, preguntó al religioso si iban cristianos al cielo. El
religioso le respondió que sí, pero que iban los que eran buenos. Dijo luego el
cacique, sin más pensar, que no quería él ir allá, sino al infierno, por no
estar donde estuviesen y por no ver tan cruel gente. Esta es la fama y honra
que Dios e nuestra fee ha ganado con los cristianos que han ido a las Indias.
Una vez, saliéndonos a recebir con mantenimientos y
regalos diez leguas de un gran pueblo, y llegados allá, nos dieron gran
cantidad de pescado y pan y comida con todo lo que más pudieron; súbitamente se
les revistió el diablo a los cristianos e meten a cuchillo en mi presencia (sin
motivo ni causa que tuviesen) más de tres mil ánimas que estaban sentados
delante de nosotros, hombres y mujeres e niños. Allí vide tan grandes
crueldades que nunca los vivos tal vieron ni pensaron ver.
Otra vez, desde a pocos días, envié yo mensajeros,
asegurando que no temiesen, a todos los señores de la provincia de la Habana,
porque tenían por oídas de mi crédito, que no se ausentasen, sino que nos
saliesen a recibir, que no se les haría mal ninguno (porque de las matanzas
pasadas estaba toda la tierra asombrada), y esto hice con parecer del capitán;
e llegados a la provincia saliéronnos a recebir veinte e un señores y caciques,
e luego los prendió el capitán, quebrantando el seguro que yo les había dado, e
los quería quemar vivos otro día diciendo que era bien, porque aquellos señores
algún tiempo habían de hacer algún mal. Vídeme en muy gran trabajo quitarlos de
la hoguera, pero al fin se escaparon.
Después de que todos los indios de la tierra desta
isla fueron puestos en la servidumbre e calamidad de los de la Española,
viéndose morir y perecer sin remedio, todos comenzaron a huir a los montes;
otros, a ahorcarse de desesperados, y ahorcábanse maridos e mujeres, e consigo
ahorcaban los hijos; y por las crueldades de un español muy tirano (que yo
conocí) se ahorcaron más de doscientos indios. Pereció desta manera infinita
gente.
Oficial del rey hobo en esta isla que le dieron de
repartimiento trescientos indios e a cabo de tres meses había muerto en los
trabajos de las minas los docientos e setenta, que no le quedaron de todos sino
treinta, que fue el diezmo. Después le dieron otros tantos y más, e también los
mató, e dábanle más y más mataba, hasta que se murió y el diablo le llevó el
alma.
En tres o cuatro meses, estando yo presente, murieron
de hambre, por llevarles los padres y las madres a las minas, más de siete mil
niños. Otras cosas vide espantables.
Después acordaron de ir a montear los indios que
estaban por los montes, donde hicieron estragos admirables, e así asolaron e
despoblaron toda aquella isla, la cual vimos agora poco ha y es una gran
lástima e compasión verla yermada y hecha toda una soledad.”
¡SEA USTED EL JURADO!
Queda de ustedes con todo el respeto que se merecen,
en armonía con la Madre Tierra y el Cosmos.
TADEO NÚÑEZ
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